jueves, 12 de septiembre de 2013

Sobre Wert, tuition fees y la manipulación mediática

"Todos somos príncipes y jefes de nuestras propias cabezas" .Tal fue la repuesta de las milicias salmantinas al jefe almorávide Taxufin.

Confieso que esperé ilusionada ver una frase por el estilo de la transcrita aquí en las revueltas estudiantiles de la pasada primavera: una especie de orgullo intelectual, de aristocracia del espíritu. No es que les suponga a los universitario de ahora semejante fervor patriótico, es que confiaba que lo que inspiraba esos gritos desaforados fuera el intento de proteger el producto de su esfuerzo cognitivo, de sus únicas armas, los libros, que en un gesto muy "sesentayochista" empuñaban en esa gran barricada de emociones manipuladas: varios miles de euros (gastados en reparar los destrozos del mobiliario urbano) después me di cuenta que me equivoqué.

En lugar de eso las rimas fruto de ese patrimonio intelectual convocaban al estudiantado en pie de guerra: en una especie de yihad de la sopa boba o cruzada por los tan suspirados "jueves universitarios". No era su propio rigor intelectual lo que querían salvaguardar, sino su propia comodidad en unas enseñanzas mediocres y adocenadas.

A partir de aquí querido lector puede que generalice, y que eso ofenda su espíritu demócrata en el que tantas minorías se integran: lo siento la democracia es la generalización hecha ley.

La Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad en la Educación está siendo polémica en primer lugar por haber sido propuesta por un partido de "derechas", en segundo lugar por atreverse a desligar la educación universitaria con la realización personal y en tercer lugar por exigir un esfuerzo añadido a aquellas personas que se benefician del paternalismo del Estado.
La izquierda ha estado comerciando con la educación, disminuyendo la calidad de sus instituciones mientras ha convencido a todas las generaciones fruto de la LOGSE que no eres un ciudadano de primera si un marco con una orla no decora tu cuarto, pero sobre todo y esto lo más grave: ha hecho creer a la gente que todos debemos tener derecho a los estudios superiores sin ningún tipo de esfuerzo porque la disciplina y el esfuerzo son valores del fascio como mínimo.

Por estos motivos estamos ante uno de los casos más aberrantes de manipulación de sentimientos públicos. Se ha hecho confundir la "Ley Wert" (una ley moderada que busca premiar el esfuerzo, detectar problemas de aprendizaje rápidamente, fomentar la independencia de centros docentes para la mejora de la oferta educativa y dar una salida digna a todas aquellas personas que pueden ser más útiles para la sociedad y para ellos mismos en cursos de Formación Profesional) con un recorte en las partidas en Educación. Recortes que vienen decididos por nuestra pertenencia a organizaciones supranacionales y por la situación de deuda pública desbocada a la que nos enfrentamos.

Se ha vinculado de forma partidista y falsamente el dispendio en educación con la calidad de ésta, cuando está comprobado que una partida más elevada en educación no lleva aparejado la reducción del fracaso escolar o la mejor preparación del alumnado en general. El incremento del gasto en Educación Superior de España ha sido del 45,2 % mientras que la media de los países de la OCDE es de 23,7% ... Y España sigue a la cola de todo...

Por último en el recurso más romántico, melodramático, trasnochado y vergonzoso del cual he sido testigo se ha intentado acusar a un gobierno en democracia de pretender que solo estudien los hijos de los ricos. La afirmación es tan propia de un demente que no vale la pena ni recalcar que se ha aumentado un 20% la partida de becas para este curso, que ha aumentado en un 3,1 el número de alumnos matriculados o que las tasas se han subido una media de 16,7 % una cifra muy por debajo del máximo permitido.

Llegados a este punto uno se da cuenta que la oposición del gobierno de España no ha salido mucho de las fronteras patrias o que no se les da muy bien eso de las comparaciones. Son de hacerse notar las estadísticas en las que se afirma que el número de estudiantes universitarios alemanes es sólo del 30% de los jóvenes mientras que en España ronda el 41% o el precio de las tasas inglesas o tuition fees.

Compara el sistema de becas español con el de Reino Unido es algo indispensable para entender que España es un país que sigue velando por su Estado de Derecho, aunque si bien ahora de forma más racional y eficiente.

En Reino Unido un estudiante medio de cualquier universidad pública (Oxford Y Cambridge son universidades públicas) deberá pagar hasta un máximo de 9.000 libras al año, esto es 11.200 euros al año. En España pagamos 17,9 euros el crédito. El sistema anglosajón cuenta con un moderno y eficiente sistema de becas en el que se distingue el préstamo de la subvención: la subvención o beca no deberá ser reembolsada al Estado mientras que el préstamo sí. Además su devolución dependerá de los ingresos del estudiante una vez haya finalizado sus estudios y se devolverá siguiendo unas tablas de porcentaje en relación al sueldo.

Lo considero un sistema beneficioso tanto para el Estado que ve su inversión recuperada como para el estudiante que tiene un incentivo mayor para la búsqueda fructífera de trabajo. La reflexión que debemos hacernos es la siguiente: ¿sería posible la implantación de un sistema de becas de este carácter en España? Quitado de la izquierda que vería peligrar su hegemonía educativa lo cierto es que sería una forma más eficaz de rentabilizar las aportaciones del Estado, una beca con efecto boomerang no produce el agujero en las arcas públicas que padecemos actualmente y no beneficia al estudiante sin exigirle una contraprestación en mor del país que tanta falta hace.

Hay pues dos cosas innegables, España es un país que sigue velando por la educación total, absoluta y plenamente libre de sus ciudadanos. Y sin embargo es de los últimos países de Europa en todas las pruebas generales . El gasto público se ha incrementado de forma exorbitada y el paro sigue siendo nuestro mayor problema. Son demasiadas casualidades para no aceptar que son todos diferentes facetas de un mismo problema: la falta de racionalidad, eficiencia y coraje a la hora de administrar la educación nacional y por parte del estudiantado una crisis de los valores educativos

Y mientras tanto nadie es ni príncipe ni jefe de su propia cabeza...

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