A lo
largo del mes de abril, se han ido publicando diferentes estudios realizados
por el Instituto Nacional de Estadística (INE), relativos a las Estadísticas de
las Sociedades Mercantiles correspondientes al mes de febrero de 2014 y al
Índice de Confianza Empresarial Armonizado (ICEA) concerniente al segundo
trimestre del 2014.
Precisamente,
lo hermoso de la ciencia estadística es que recopila, analiza, clasifica y
convierte en mesurable todas aquellas fuerzas motoras de la sociedad que por su
subjetividad intrínseca y su naturaleza intangible parecen imponderables. Es
una especie de alquimia moderna que permite transformar en cifras y gráficas,
las pulsiones internas del entramado social.
Al paso de esto, resulta ilusionante y esperanzador
estudiar los documentos arriba mencionados puesto que muestran no sólo un
cambio de tendencia, sino también, y lo que es aun más importante, la búsqueda
activa de ese cambio de tendencia:
Según el primero de estos estudios en febrero de
2014 se crearon 8.976 sociedades, un 3,7% más que en el mismo mes del año
anterior, y se disolvieron 2.124, un 17,4% menos. Como dato significativo, cabe
destacar que la Comunidad Autónoma que lidera esta lista con mayor dinamismo
empresarial es Extremadura, con un 44,3% de variación anual en la creación de
sociedades mercantiles (Atención Mas y acólitos que se pueden quedar sin su
discurso de motor de España: la variación interanual en Cataluña es 0,0%).
De la misma manera el ICEA, pone de manifiesto el
aumento del 3,9% en referencia al anterior trimestre de 2014, de la confianza
empresarial: a la sazón, un 16% de los establecimientos empresariales son
optimistas sobre la marcha de su negocio, frente al 11% del trimestre anterior.
Así pues, en el saldo optimistas-pesimistas de gestores de establecimientos
empresariales cabe reseñar que se ha pasado de un -50,2% de opiniones negativas
a un -14,8. Es decir, en la diferencia siguen predominando las expectativas
desfavorables, pero se han reducido un 35,4%.
Parece ser no obstante que en 2011 escarmentamos con
los brotes verdes y las luces al final del túnel y albergamos ahora el temor de esperanzarnos
entregándonos de nuevo al optimismo desesperado de la última época del gobierno
socialista. Sin embargo la coyuntura es ahora, por fortuna, diferente, porque
ahora sí, en España, se está creciendo. Y se está creciendo sin el temible
amparo de una burbuja; La burbuja inmobiliaria que estalló en el 2007 a nivel
mundial y que poco después llegaría a España y la burbuja crediticia o del
gasto público, el endeudamiento masivo y el despilfarro ineficaz (Plan E) han
dado paso a un cambio en el modelo productivo y esperemos que próximamente den
paso también, a un cambio en el modelo de comprensión de lo que es y debería
ser el Estado. Los emprendedores y los empresarios consolidados españoles están
creando nuevas sociedades mercantiles, ampliando capital y mejorando sus
expectativas pese las cargas fiscales laborales, la tarifa eléctrica española,
una ley de emprendedores que no acaba de cuajar, una seguridad jurídica volátil,
una burocracia desincentivadora y una deflación que puede ser perjudicial. Están
diversificándose las ramas de producción y ha calado hondo en la sociedad el
mensaje de la importancia del I+D. El conjunto de los españoles está dispuesto
a dar ese salto cualitativo hacia un mercado competitivo. Un mercado que sea
competitivo debido a sus cualidades inherentes y al valor añadido de una
educación renovada, y no debido a una bajada de salarios generalizada y una
continua manipulación de los tipos de interés.
Es innegable que las tendencias han cambiado y que
el mercado español de oferta laboral se está reformando. Se han empezado a
entender los problemas de estructura que veníamos arrastrando (reforma laboral,
educativa, un sistema financiero que se beneficiaba y a la vez se endeudaba por
el Estado…) y se ha querido solucionarlos. Su efecto se ha hecho sentir rápidamente, sin ir más lejos la muestra
arriba analizada es la prueba irrefutable de que las voluntades individuales
que son la libertad legítima y legal de las personas, son poderosísimas
máquinas de creación en cuanto se les afloja la soga que les ha sido impuesta. Dejemos
que el populismo de Krugman se quede en el New York Times y dejemos también que
sea el empresariado español quien lidere este cambio de ciclo.
No nos quedemos pues a medio camino, consigamos que
el Estado sea un marco neutro en el que
desarrollar las indiscutibles competencias del empresariado español. No
arruinemos con exigencias estatistas las optimistas expectativas que empiezan a
generarse en el tejido empresarial español. Hay que españolizar los mercados
con nuestra capacidad de sobreponernse a los reveses. Hagamos que próximamente
la estadística pueda computar la entrega, el sacrificio, la visión de
oportunidades y la valentía de aquellos que con su trabajo diario refuerzan el
bienestar de la sociedad.
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